Adolf Murillo, Jesús Tejada, María Elena Riaño y Noemy Berbel (Coords.): Instrumentarium XX1. Nuevos sonidos en el aula de música. Valencia: EdictOràlia Llibres i Publicacions, primera edición, diciembre de 2021. Un volumen en rústica de 304 páginas; 24x17cms. ISBN 978-84-123485-4-5
Paco Yáñez, Sul Ponticello, 1 de marzo de 2022
La inquieta y exquisita editorial valenciana EdictOràlia se vuelve a adentrar, por medio del libro que hoy reseñamos, Instrumentarium XX1. Nuevos sonidos en el aula de música, en el terreno de la educación musical, compendiando una serie de textos musicológicos que, en realidad, van más allá de lo pedagógico, llegando a reflexionar sobre el desarrollo histórico de los instrumentos en relación con la evolución cultural y artística de la propia música, situando todo ello en un contexto histórico y político que trasciende lo académico para constituir toda una escuela de vida a la que nos convidan las experiencias de los autores de los trece textos aquí reunidos.
Instrumentarium XX1 nos ofrece, asimismo, una nueva entrega en EdictOràlia de la serie ARTSLAB Educación artística contemporánea, que con dirección de Jesús Tejada y Adolf Murillo surge en el seno del Institut de Creativitat i Innovacions Educatives de la Universitat de València. La primera de estas entregas había sido el volumen Escuelas creadoras. Escuelas del cambio. El arte como herramienta de transformación (ISBN 978-84-120023-8-6), que con sus 228 páginas resultaba una muy interesante aportación a la reformulación de la enseñanza musical desde una perspectiva interdisciplinaria y concientizadora.
En el caso de Instrumentarium XX1, nos encontramos con nuevas aportaciones a ese complejo reto que es ser fiel a la historia sin dejar de abrir nuevos horizontes que la dignifiquen, así como a esa búsqueda incesante que es el desarrollo del individuo dentro y con la sociedad en la que se inscribe. Las líneas maestras de estos desafíos artísticos, pedagógicos y sociales están perfectamente descritas por Adolf Murillo Ribes, profesor de la Universitat de València, en la introducción a este volumen, en la que afirma que «la rareza de la experimentación sonora nos asusta por desconocida, por extraña, o tal vez, por esa falta de riesgo aprehendido que nos impide expandir nuestras escuchas hacia territorios no domesticados, esos que nos empujan al pensar y repensar sobre nosotros y nuestra relación con el mundo y con todo ello, la construcción colectiva de la cultura». Fiel a estas ideas, que comparten los trece textos aquí reunidos, Adolf Murillo nos invita a (re)pensar la música desde los instrumentos como una herramienta de investigación y aventura, que dé una salida más contextualizada a la realidad que vivimos, sirviendo lo musical como espacio de reflexión y transformación, haciendo de ella arte en sentido puro y, por tanto, emoción, riesgo y desafío.
Otro aspecto muy importante que Murillo nos adelanta en su introducción es su alejamiento de lo que define como «estética de lo urgente», huyendo de esas colonizadoras modas del tecnologicismo que en la educación convierten a los medios en el fin mismo del sistema académico. Frente a la rígida disciplina de lo tecnológico (como forma de poder plegada al mercado), estos trece textos nos proponen adentrarnos en una realidad mestiza, caótica e interdisciplinaria, en la que prime lo creativo y la construcción emancipadora desde las bases sociales, rehuyendo el dirigismo de los modelos dominantes. De este modo, Adolf Murillo nos ofrece un modelo de educación musical que «busca una lógica no disciplinaria, transgresora, transformadora, inclusiva, participativa, sostenible con los entornos y coproductiva, que parte de los actores interesados y alejados de la visión escolar más tradicional».
Junto con la introducción a cargo de Adolf Murillo, Instrumentarium XX1. Nuevos sonidos en el aula de música se estructura en trece capítulos, que a continuación desgranamos de forma sintética. Se trata de textos de muy diversa factura: desde los más epistemológicos a los más prácticos, si bien en todos ellos predomina lo experiencial, por lo que de su lectura se derivan reflexiones y ejemplos mayormente interesantes para la práctica docente: encontrando un eco en estas páginas de muchas de las situaciones que vivimos cada día en las aulas.
En todo caso, sí creo que el orden hubiese podido ser otro, pues textos como los de António Ângelo Vasconcelos y Josep Lluís Galiana tendrían un mejor emplazamiento entre los primeros, ya que nos ofrecen un marco histórico de referencia muy interesante con el que contextualizar el desarrollo de las formas divergentes y alternativas de comprender la música como arte sonoro desde las raíces que lo insertan en la propia tradición. En este sentido, destaca, como veremos en su momento, el texto de Josep Lluís Galiana, ya no sólo por su perspicaz marco histórico-artístico, o por la polifonía de autores que sus páginas convocan, sino por la propia calidad de su escritura.
En el primero de estos trece capítulos se nos presenta el proyecto Instrumentarium XX1, como experiencia sonora aplicable a diferentes contextos, en la que prima la creación de un ensemble de nuestro siglo compuesto por instrumentos ecológicos y duraderos adaptables a diferentes edades, con los cuales dar salida a la exploración del medio musical por parte de públicos heterogéneos, convirtiendo a cualquier ciudadano en un potencial creador. Sus cuatro autores hablan de Instrumentarium XX1 como de un «laboratorio sonoro itinerante» que favorece las prácticas inclusivas, al generar sonidos multiculturales. En su contextualización del proyecto, encontramos referencias a inventores musicales que estarán presentes en varios de los textos reunidos en este libro, como los hermanos François y Bernard Baschet, por lo que la vocación no sólo musical sino social, artística y escultórica se integra en este proyecto, marcado por sus instrumentos híbridos, incluyendo lo digital y la ampliación del hecho musical al conjunto de lo que —citando a Murray Schafer— califican de «sonosfera». En su texto (de corte académico), Adolf Murillo, Jesús Tejada, María Elena Riaño y Noemy Berbel comparten los retos y los desafíos de Instrumentarium XX1, centrados en los ámbitos educativo, ciudadano/social, musical/artístico, económico e investigador.
Pasando al segundo capítulo, En un mundo sonoro, el compositor y constructor de instrumentos Pierre Bastien nos presenta cómo los artistas de diferentes disciplinas han trabajado la música con sonidos, antes que con notas, repasando algunos avances surgidos desde la antigüedad hasta el siglo XX, con la aparición de la cinta magnética y lo digital, así como con la ampliación de lo musical más allá de esos espacios rígidos y sacralizados que, para la escucha, son los auditorios. Uno de los aspectos más interesantes del texto firmado por Bastien es su indagación en la potencialidad de los cuatro elementos para crear música, por lo que aire, agua, tierra y fuego son repensados como agentes sonoros o inspiración para diferentes expresiones musicales a lo largo de la historia: desde el Rey David y el antiguo Japón hasta las instalaciones más modernas de artistas como Bill Viola. Llegados al siglo XX, los motores serán también analizados por Pierre Bastien como instrumentos musicales o activadores de los mismos, así como los animales y las palabras, planteándose interesantes reflexiones sobre todo ello en la era de los altavoces y de la invasión del sonido comercial por doquier.
El tercer capítulo, Lutería experimental. Desde la investigación artística práctica a los proyectos didácticos, nos aporta una dimensión más experiencial, en la que el artista y educador Jonathan García Lana comparte algunos de sus proyectos en la construcción de instrumentos, pudiéndonos servir de guía para iniciativas análogas. Por tanto, su experiencia en lo «transdisciplinar» se convierte en contenido didáctico, ofreciendo su texto toda una panorámica de su carrera en el ámbito de la lutería y su aplicación a lo educativo. Algunos instrumentos aquí recogidos, como la Cellobilata, hibridan a los de cuerda y a los electromagnéticos, siendo fabricados con una lata de café, la pata de una silla, cuerda, cables y demás elementos; en otros casos, se nos presentan soluciones decorativas y estimulantes para que los niños se acerquen a percusiones poco convencionales, como los tubos de trueno. García Lana sigue la clasificación Sachs-Hornbostel de instrumentos para catalogar, de algún modo, sus inventos, aunque parece claro que éstos trascienden cualquier compartimentación al uso.
Construyendo escuchas: experiencias docentes après-Baschet de construcción de objetos sonoros e instrumentos musicales como impulso de interdisciplinariedad es un texto muy completo a cargo de Martí Ruiz Carulla, profesor de la Universitat de Barcelona que despliega un sólido marco teórico que comprende desde los beneficios pedagógicos y sociales de la construcción de instrumentos y la investigación del campo acústico por medio de ellos hasta nuevas clasificaciones de los instrumentos para enmarcar, como en el caso de Jonathan García (de nuevo, tirando de Sachs-Hornbostel), los proyectos de escultura sonora y lutería experimental por Ruiz Carulla liderados: proyectos en los que los hermanos Baschet se encuentran entre sus referentes históricos. Un aspecto muy interesante de este texto es cómo impele a los educadores a reflexionar sobre sus propios medios y posibilidades, así como a descubrir los puntos fuertes tanto de ellos mismos como de sus contextos educativos para desarrollar este tipo de proyectos, atendiendo tanto a lo individual como a lo colectivo. Además de unas referencias bibliográficas muy útiles (bibliografías que, con mayor o menor extensión, encontraremos en casi todos estos textos), Martí Ruiz nos presenta algunos ejemplos de instrumentos construidos en talleres que van de Graz y Kioto a Moscú o Barcelona, así que cualquiera de nosotros podría sumar nuevos instrumentos a este sugerente mapa de la creatividad musical.
En el quinto capítulo, Cyber-instrumentarium. Hibridación entre instrumentos musicales arcaicos y digitales, Stefano Scarani nos conduce por un terreno a menudo sorprendente, entre lo arqueológico, lo musicológico y lo tecnológico, referenciando sus investigaciones al European Music Archaeology Project y su investigación/recuperación de instrumentos antiguos en nuestro continente. Obviamente, el trabajo de Scarani no se limita a una prospección en el pasado, sino que, desde tal impulso, se adentra en formas complejas de investigación instrumental que comprenden lo manipulativo, el movimiento y el tacto como formas de activación musical, dándonos ejemplos de diversos instrumentos e instalaciones digitales que nos ayudarán a ampliar dichos horizontes.
El ámbito digital está presente, igualmente, en Código informático y algoritmos como instrumentos musicales en educación, capítulo más teórico en el que Jesús Jara López observa los nuevos instrumentos virtuales no sólo con confianza, sino como una presencia inevitable en el panorama presente y futuro de nuestra sociedad, realizando un exhaustivo repaso a cómo abordar lo musical desde el código informático, ya a nivel de diseño de instrumentos, ya en lo que a la interpretación se refiere. Sus experiencias personales y unas pautas metodológicas, junto con unas cuantas referencias bibliográficas, completan su aportación; asimismo, ilustrada con fotografías.
En el séptimo capítulo, María Elena Riaño y Noemy Berbel nos presentan La herramienta digital Aglaya Play y el juego Aglaya Play Cards: tecnologías educativas y gamificación para la educación musical, partiendo de la necesidad de la creatividad en el aula e introduciéndonos en la herramienta digital, gratuita y de código abierto Aplaya Play, «diseñada para la creación y experimentación sonora»; una herramienta cuyo software está disponible tanto para ordenador como para dispositivos móviles. En su texto, Riaño y Berbel desmenuzan el funcionamiento de esta herramienta, así como del juego de cartas a Aglaya Play asociado, en pos de «ayudar a los estudiantes a desarrollar una alfabetización sonora, tecnológica y creativa».
AcouScapes: un software ex novo para la educación ecoacústica y la composición acusmática, de Adolf Murillo y Jesús Tejada, continúa un capítulo más desentrañando las posibilidades de las nuevas herramientas informáticas al servicio de la música. En el caso de AcouScapes, estamos ante un sistema de software que dispone de veinte ubicaciones que permiten a los usuarios introducir sonidos y crear con éstos sus paisajes sonoros, que después se pueden recorrer, en un bello ejercicio de ecología acústica a través de los sonidos que nos rodean. Sound Walking, Paisaje Imaginario, Sonido camuflado y Postales sonoras son cuatro de los recursos didácticos que Murillo y Tejada aquí comparten, además de una extensa y muy útil bibliografía.
El noveno capítulo, De los sonidos y los sentidos reales e imaginarios: hacia una ecología de los mundos sonoros, nos presenta un perfil más teórico, a cargo del portugués António Ângelo Vasconcelos, profesor del Instituto Politécnico de Setúbal. En su texto, Vasconcelos se adentra en la complejidad de reinventar la educación musical como herramienta de concientización y transformación socio-comunitaria, trascendiendo las viejas y rígidas compartimentaciones de las fronteras académicas, estéticas y geográficas. Vasconcelos apuesta por una ecología sonora «sin jerarquías ni hegemonías» entre los muchos sonidos que nos rodean, «como acto político donde las polifonías resuenan como espacios de libertad en la transformación de personas y comunidades». Este capítulo es todo un canto a la diversidad y a la dignidad de cada uno de los sonidos que nos rodean, apostando, precisamente, por el concepto de sonido, frente al de nota como parte de las escalas tradicionalistas y jerarquizadas. La amplísima bibliografía que António Ângelo Vasconcelos aporta en su artículo nos permitirá seguir encontrando, como en su propuesta educativa, el relieve que se eleva en la voz del otro.
En el décimo capítulo, Descubriendo nuestro sonido interior. (En recuerdo de la infancia), Josep Lluís Galiana se desmarca del enfoque más netamente académico de los anteriores textos, apostando por una construcción personal, poética y fragmentada, en la que tiene un gran peso su larga experiencia como improvisador. Curiosamente, ese desorden del que Galiana habla acaba armando uno de los textos más completos de este libro, incluyendo un repaso histórico que hubiese sido interesante emplazar en los primeros capítulos, pues provee un marco de referencia muy sólido. Luciano Berio se convierte en todo un interlocutor y guía para Galiana a lo largo de su texto, de modo que, partiendo de los escritos del compositor italiano, se ofrece un muy sintético y lúcido repaso a algunos de los usos más creativos de los instrumentos en el siglo XX: desde Gustav Mahler y la Segunda Escuela de Viena al Futurismo y la ruptura del temperamento y sus limitaciones, cuando «el ruido se adueña del arte de los sonidos y, por primera vez, la música necesita nuevos instrumentos». La relación de la electricidad y la máquina con la música, así como los ejemplos de Luigi Russolo, Edgard Varèse, Pierre Schaeffer, John Cage, o Max V. Mathews van ilustrando un recorrido apasionante en el que, pese a que Galiana rechaza —citando de nuevo a Berio— todo intento de totalización, acaba creando uno de los mapas conceptuales más exhaustivos del libro. El grueso de Descubriendo nuestro sonido interior lo componen veintiún puntos que hilvanan un rompecabezas personal en el que Galiana expone sus reflexiones sobre la improvisación, su relación con los instrumentos, el sonido, el silencio y la escucha, así como da voz a muchos otros autores que aportan interesantísimos puntos de vista sobre el tema, incluyendo textos de Don Cherry, Derek Bailey, Joan Gómez Alemany, Luigi Nono y un largo etcétera cuya polifonía de voces dialoga con el propio Galiana, incluyendo sus bellos y delicados haikus; todo ello, dentro de su sabio repaso a una relación entre música, política, instrumentos y creatividad artística que Galiana remonta en su artículo a la antigua China y a la Grecia clásica. De estos veintiún puntos, el decimocuarto es todo un canto de amor a la improvisación como vivencia artística desde lo musical: escrito que me parece de una confesionalidad y de una belleza remarcables.
Como su título nos sugiere, Registro binaural y aplicaciones para la creación sonora es un texto de Mikel Arce Sagarduy en el que se describe fisiológicamente nuestra capacidad para escuchar a través de dos receptores auditivos, al tiempo que ello nos permite la localización espacial tridimensional y, por extensión, la creatividad musical utilizando este hecho orgánico. Arce nos ofrece diversas fotografías que ejemplifican los pasos para crear un modelo que represente la audición humana con materiales sencillos, lo que puede ayudar a su mejor comprensión en las aulas.
El decimosegundo capítulo, Un reto y una solución: desmitificar es enseñar. El papel de la interacción, la interactividad y la inteligencia artificial en arte sonoro, de Josep Manuel Berenguer Alarcón, resulta de lo más pertinente en una sociedad en la que lo tecno(i)lógico tantas veces se convierte en tótem y nuevo dios que todo lo rige y al que todo se sacrifica. De este modo, Berenguer lleva a cabo un repaso, de corte más teórico, sobre nuestras actuales formas de consumir y aprender música, así como analiza la relación y el peso que la academia y los sistemas de educación formal tienen en los nuevos contextos virtuales, tan marcados por la proliferación de referentes libres e insospechados estímulos acústicos. Además de repasar diversas webs al respecto, también nos presenta modelos experimentales para la audición musical con recursos tecnológicos, muy interesantes de cara a reflexionar sobre nuestro propio posicionamiento y el de nuestros alumnos en las nuevas jerarquías de poder musical.
El decimotercer y último capítulo, La música de los objetos: una experiencia creativa de diseño en el aula, se me ha hecho muy corto, pues se intuye que la exposición (netamente académica) de Amanda Alborch Beneito sugiere, entre líneas, ideas muy interesantes y experiencias de trabajo que, de haber sido compartidas de forma más prolífica y concreta (incluyendo unas muy necesarias fotografías en estos casos de lutería experimental), hubiesen resultado más motivadoras; quedando, tal como aquí se ha editado, un texto de cierre en exceso teórico.
Completan el libro las biografías de cada uno de los autores de los treces textos aquí reunidos; como hemos visto, algunos más interesantes que otros, pero cuya lectura, en conjunto, resulta una puerta abierta no sólo a sus respectivas experiencias y reflexiones, sino a repensar nuestro papel en las sociedades que habitamos, así como las potencialidades que se nos tienden desde la educación y el manejo y/o diseño de instrumentos. Si un mismo violín tiene una vida tan diferente según desgrane las partituras de un Antonio Vivaldi o de un Helmut Lachenmann, cómo la creación de instrumentos propios y reveladores de nuestro tiempo no habría de ser un valor en sí mismo: aunque sólo fuere como proceso de reflexión y vía hacia la tan necesaria transformación de un mundo al que no parece haberle llegado con dos años de muerte y pandemia, vistas las desgracias que nos asolan desde el este de Europa. ¡Que los tambores de guerra se conviertan en tambores de creatividad, arte y esperanza!

Reseña de José Prieto Marugán, publicada en la Revista Melómano.